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El cuerpo humano está formado por una gran cantidad de células que tienen la capacidad de dividirse periódicamente y de forma regular con el fin de reemplazar a las células que envejecen o mueren. Pero en los pacientes de cáncer, este proceso ordenado de división se descontrola y algunas células siguen dividiéndose aunque el cuerpo no las necesite.

Aunque la palabra "cáncer" por si misma nos causa preocupación, hoy en día, la mayoría de los casos de cáncer son tratables y el 50% de los enfermos se curan gracias a la detección precoz. Cuanto antes se detecta el cáncer y más rápido comienza el tratamiento oncológico mayores son las probabilidades de que el paciente viva por muchos años.

Los principales tratamientos oncológicos son:

• La cirugía: es la modalidad terapéutica más antigua empleada en el tratamiento del cáncer y permite la extirpación del tumor para eliminarlo o estudiarlo. En la actualidad, el cirujano desempeña un papel fundamental en la prevención, el diagnóstico, el tratamiento definitivo, el tratamiento paliativo y la rehabilitación del paciente canceroso
  
  
• La quimioterapia: es una de las modalidades terapéuticas más empleadas en el tratamiento del cáncer. Su objetivo es destruir las células tumorales con el fin de lograr reducir la enfermedad, empleando una gran variedad de fármacos llamados antineoplásicos o quimioterápicos. La mayoría de estos fármacos están diseñados para destruir las células mientras se dividen. Cuanto más rápido se multiplican las células, más sensibles son a los efectos del tratamiento. Generalmente, las células tumorales proliferan muy rápidamente, por lo que se ven fácilmente afectadas por los fármacos. Éstos las dañan y las destruyen, lográndose que el tumor desaparezca o disminuya de tamaño.
  
  
• La radioterapia: se emplea como terapia exclusivamente local o loco-regional (cuando se incluyen los ganglios cercanos al tumor). Es decir, trata el cáncer en su lugar de origen usando dosis altas de partículas de alta energía para destruir las células cancerosas.

Los tratamientos oncológicos a parte de actuar sobre las células tumorales también pueden dañar células sanas de nuestro organismo desencadenando un gran número de efectos secundarios. Los más comunes son:

• Gastrointestinales: mucositis (inflamación de las mucosas), náuseas, vómitos, diarreas,...
  
  
• Hematológicos (relacionados con la sangre): anemia, cansancio, más riesgo de hemorragia, debilidad del sistema inmunitario,...

Hay que tener en cuenta que el sistema inmunológico queda especialmente debilitado durante la radioterapia y la quimioterapia y esto conlleva:

• Aumento del riesgo de contraer infecciones
  
  
• Reducción de la capacidad del propio organismo de destruir células cancerosas

Por estos dos motivos tiene mucho sentido suplementar el tratamiento oncológico con algún potenciador del sistema inmunológico. Tener un sistema inmunológico fuerte es muy importante para que el cuerpo pueda combatir infecciones y pueda eliminar células cancerígenas.

Estos potenciadores del sistema inmunológico, utilizados conjuntamente con el tratamiento oncológico y bajo supervisión y control médico, pueden aliviar síntomas, paliar algunos efectos secundarios y mejorar la calidad de vida durante todo el tratamiento.